
Historia de Moisés y la Zarza Ardiente
El arbusto que ardía sin fósforo
El faraón se enteró de que Moisés había matado al egipcio. Los guardias siguieron a Moisés por el desierto, pero no lo `pudieron hallar. En el desierto, Moisés se encontró con el sabio llamado Jetró. Moisés se casó con una de sus hijas de Jetró. Durante los siguientes cuarenta años cuidó a su familia en el desierto.
Un día Moisés estaba cuidando las ovejas de Jetró cuando vio algo muy extraño. Al pie de una montaña vio un arbusto ardiendo, pero el fuego no se extendía. El arbusto no se quemaba.
Entonces moisés oyó que una voz decía: “¡Moisés, Moisés!”
“aquí estoy”.
“Acércate”, le dijo la voz.
“Quítate la sandalia. Esta pisando tierra santa. Soy el Dios de tu padre, el dios de Abraham, el dios de Isaac y el dios de Jacob”.
Cuando Moisés oyó esto, cayó al suelo. Tenía miedo de mirar a Dios.
El señor le dijo: “He visto con cuanta crueldad tratan los egipcios a mi pueblo. Ha llegado el momento de que yo los rescate. Los traeré de nuevo a la tierra que les prometí y Abraham y a Isaac hace ya tanto tiempo. Es una tierra hermosa, con suficiente agua para las cosechas.
“Ahora vete, Moisés. Te envió donde el faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los israelitas”.
Mil y una excusas
Moisés dijo: “¿Quién soy yo? No soy tan importante como para decirle al faraón que deje salir de Egipto a nuestro pueblo”.
La respuesta de Dios a Moisés fue muy sencilla: “Estaré contigo”.
Moisés dijo: “Pero nadie creerá que hablo por ti. ¿Cómo le mostraré a la gente quién eres?”
Dios le dijo a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY. Ese es mi nombre. Dile eso a la gente. Diles que el Dios que los escogió como un pueblo especial te ha enviado”.
Moisés todavía no estaba listo para hacer lo que Dios le pedía. Como ponía tantas excusas, Dios se enojó. Moisés dijo: “Cuando les diga quién eres, no me creerán”.
“La gente mayor, los líderes, te creerán”, le dijo Dios. “Y para probar que estoy contigo, pídele al faraón que te permita llevar a la gente al desierto a un viaje de tres días. Pídele al faraón tan solo tres días para que la gente pueda adorarme. Cuando el faraón diga que no, entonces mostraré mi poder y heriré de muerte a los egipcios”.
Moisés dijo: “Pero, ¿y si aún así no me hacen caso?”
El Señor le preguntó: “¿Qué tienes en la mano?”
“Mi bastón”, contestó Moisés.
“Lánzalo al suelo”, le dijo Dios. Cuando Moisés lo lanzó, el bastón se convirtió en serpiente y Moisés salió huyendo. Cuando Dios le dijo que lo tomara de nuevo, Moisés estiró el brazo y tomó la culebra. De inmediato, se convirtió de nuevo en su bastón.