
Dios da maná al pueblo de Israel
Sin nada que comer
Pronto llegó el momento de levantar el campamento y seguir viajando.
Poco después, la gente de nuevo se quejaba. No les gustaba el sol ardiente. No les gustaba la falta de agua y comida. Los bebés lloraban, las mujeres gemían y los hombres refunfuñaban.
Cuando tenían cerca de dos meses de andar en el desierto, los israelitas se quedaron sin comida. Los bebés lloraban, las mujeres gemían y los hombres refunfuñaban.
Cuando tenían cerca de dos meses de andar en desierto, los israelitas se quedaron sin comida. Le gritaron a Moisés: “¿Qué hiciste con nosotros?
A que no hay nada. Ahora moriremos todos. ¡Todos es culpa tuya!”.
Moisés les dijo: “Dios cuidará de nosotros. ¡Confíen en él!” Pero no le ponían atención. Eran testarudos y querían tenerse lástima.
Entonces el señor le habló a Moisés: “Les daré pan todas las mañanas y carne en las tardes. Dependerán de mí para todo lo que necesitan. Aprenderán a confiar en mí”.
A la mañana siguiente, la tierra amaneció cubierta con finas gotas de rocío. Cuando el sol secó, la hojuelas blancas de pan.
En la tarde, una bandada de codornices se posó alrededor del campamento. La gente pudo tomar todas las que necesitaban. Asaron las aves y se las comieron. Asaron las aves y se las comieron. Gracias a Dios, la gente siempre tuvo suficiente comida durante todo el tiempo que viajaron por el desierto.