Historia Bíblica de los 12 espías de Moisés
Se ve la tierra prometida
La gente viajó muchos meses por tierra desconocida. Un día Dios le dijo a Moisés: “Envía espías a Canaán, el país que te daré. Diles que vean qué clase de tierra es. Averigua cómo es la gente que vive ahí”.
Moisés hizo lo que Dios le dijo.
Escogió a un hombre de cada una de las doce tribus de Israel. Moisés levantó la mano y bendijo a los doce hombres cuando salía del campamento.
Después de muchos, muchos días, los hombres regresaron. Uno era Caleb y otro era Josué, el general.
Caleb y Josué le dijeron a Moisés: “¡Sí! debería ver la tierra. Es tan hermosa, con muchos árboles grandes y suaves colinas. Hay flores por todas partes y las cosechas son buenas y abundantes. Realmente es como Dios lo prometió: una tierra de leche y miel”.
Solo había un problema. La gente que vivía en esa tierra eran muy buenos guerreros. Josué y Caleb sabían que con la ayuda de Dios podrían sacar a esa gente de la tierra prometida.
Pero no todos estuvieron de acuerdo con Josué y Caleb algunos de los otros espías eran personas que causaban problemas. Al final, les echaron a perder el viaje a todos ese día.
No somos lo suficientemente fuertes
Los otros espías no estaban de acuerdo con Josué y Caleb. No confiaban en que Dios les ayudaría a ganar la batalla. Pensaban que era muy peligroso pelear contra las tribus de Canaán.
Los israelitas les creyeron a esos hombres, en vez de creer en las promesas de Dios. “Ay, Moisés”, se lamentaban. “Mire lo que ha hecho!”
Moisés se indispuso. ¡Otra vez la gente se quejaba! “Moisés, ¡queremos regresar a Egipto!”
“Moisés, fue idea suya que saliéramos de Egipto. No debimos haberle prestado atención nunca. Mire, ahora moriremos y ¿Para qué?”
Moisés y Aarón cayeron de rodillas. Le suplicaron a la gente que confiaran en Dios. Josué y Caleb se rasgaron la ropa. Juraban que la tierra prometida por Dios era un buen lugar en donde vivir. Pero la gente no quería escucharlos. Eran muy testarudos. Les gustaba tenerse lástima a sí mismos.
El castigo de cuarenta años
Una vez más. Dios perdonó al pueblo.
Pero tenían que pagar por ser tan testarudos. Con demasiada frecuencia no creían en Dios ni confiaba en él.
Por eso Dios dijo que nunca llegarían a la tierra prometida.
“Esta gente deberá vagar por todas partes”, dijo. “Todos pasarán el resto de sus vidas en el desierto. Todos excepto Caleb y Josué, que creyeron en mí. Pude haberlos llevado a la tierra prometida en un año. En vez de eso, la gente vagará por el desierto durante cuarenta años. Morirán en el desierto. Sus hijos serán los que finalmente se establezcan en la tierra de leche y miel. Este es el castigo para ellos”. Cuando la gente oyó esto, todos lloraron. Dios ya había tomado una decisión.
A pesar del castigo de Dios, la gente decidió que, como la tierra estaba tan cerca, de todos modos irían y pelearían contra las tribus. Se habían olvidado de que Dios acababa de decir que no serían ellos los que echarían a las tribus. Serían sus hijos los lo que harían.
La gente se fue a luchar pero perdieron. Muchos hombres murieron en una batalla que Dios no les ayudó a ganar.
Durante los siguientes cuarenta años el pueblo de Israel vagó de un lugar a otro. El señor no dejo de guiarlos, pero él no los llevó directamente a la tierra prometida. El castigo era era verdadero. Tendrían que pasar el resto de la vida caminando en círculos, muy cerca de Canaán, pero sin poder entrar nunca a ella.