La verdadera felicidad
Un día, en una colina, Jesús dio un sermón muy importante. Él quería explicar algunas de sus enseñanzas. Muchas, muchas personas lo siguieron a ese lugar. Lo que Jesús dijo se conoce como el Sermón del Monte.
En esa colina, Jesús predicó sobre la verdadera felicidad. La gente se dio cuenta de que él decía las cosas al revés que los demás. En vez de decir que los que se esforzaban y eran fuertes serían los ganadores, él decía que los débiles y los que dependían de Dios eran realmente felices. Esto era algo que la gente no había oído nunca antes.
«La gente más hermosa a los ojos de Dios son los pobres. Los que son especiales son los que sufren y los que son amables. Ellos realmente desean que se haga lo justo. Esta es la gente que se preocupa por los demás.
«Si alguien los lástima porque creen en mí, entonces alégrense. Con seguridad serán recompensados en el cielo», les decía Jesús.
¿Sabes como ser sal?
La gente que escuchaba a Jesús estaba admirada. Estas enseñanzas no se parecían a ninguna de las que habían oído antes. Sintieron que Dios los amaba y los quería.
«Ustedes son la sal de la tierra», les dijo Jesús.
«¿Pero cómo podemos ser sal?», se preguntaban unos a otros.
La respuesta es que la gente común es la que hace que el mundo sea un lugar especial. Las mamás y los papás crían a los niños. Los que hacen la paz tratan de que la gente se acerque entre sí. Los que trabajan mucho y luego llegan a casa y juegan con los niños son los que hacen que el mundo valga la pena. Son como la sal porque la sal ayuda a que la carne se mantenga y no se ponga mala. Y la sal hace que la comida sepa bien. La gente común, no los ricos ni los poderosos, pueden hacer que el mundo no tenga un mal «sabor», sino uno bueno.
«Ustedes son la luz del mundo. Ustedes no pueden esconder una ciudad que está sobre una colina», dijo Jesús. Él sabía que las luces de una ciudad siempre podrían verse desde muy lejos.
Nadie esconde una luz bajo una cubeta. Ese sería un desperdicio tonto. Del mismo modo, los que siguen a Dios no deben temer hacer lo que Jesús les dice que hagan. Cada hombre, cada Mujer y cada niño que ama a Dios, les puede mostrar a otros cómo es Dios. Esto lo pueden lograr amando a los que están a su alrededor.
La búsqueda del tesoro
En el Sermón del Monte Jesús les enseñó a sus seguidores cómo buscar el tesoro escondido. «Donde esté su tesoro, ahí estará su corazón», dijo él. ¿Qué quiso decir con eso?
Lo que una persona más ama es aquello en lo que piensa o con lo que sueña. ¿Sueñas tú con tener más juguetes, con ahorrar más dinero, con poder correr más rápido? ¿Hay algo que deseas más que nada en el mundo?
Jesús nos enseñó que esos tesoros pueden desaparecer. El cielo es el lugar en el que debemos buscar el tesoro escondido. «No pueden amar el dinero y amar a Dios», dijo Jesús.
«No se preocupen por tener suficiente para comer y beber, ni en cómo comprarán ropas nuevas», enseñaba Jesús. Pon a Dios de primero en todo y verás como todo resulta bien. Dios es más grande que cualquier problema que puedas tener.
Tan sólo asegúrate de hablarle a él sobre el problema. «Miren las aves», dijo Jesús mientras señalaba un montón de aves que pasaba volando. «Su Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes más que un pájaro? ¿Entonces por qué preocuparse por la ropa? Dios hizolas flores que son más bellas que las mejores ropas del rey Salomón». Dios sabe lo que la gente necesita. Lo más importante es seguirlo, obedecerlo y amar a los demás como él lo hace. Dios se ocupa de todo lo demás.