
La segunda purificación del Templo
El desalojo del templo
Después de entrar a Jerusalén. Jesús se dirigió al Templo sagrado. El templo era la casa de Dios. El lo había llamado la casa de su Padre.
Jesús entró al Templo. No le gustó lo que vio. Dos años antes, Jesús había corrido por el Templo, sacando a toda la gente ruidosa y ambiciosa. Y ahora habían regresado.
Los prestamistas obligaban a la gente a pagar precios muy elevados por los animales que tenían que comprar para hacer sacrificios. Muchas personas pobres se hacían todavía más pobres cada vez que iban al Templo para adorar a Dios. Así no era como Dios quería que se tratara a los pobres.
Jesús sabía esto. Al mirar a su alrededor, se enojó mucho. «¡No!». Gritó. «Esta es la casa de mi Padre. ; Ustedes no pueden hacer esto!» Corrió y volcó las mesas de los prestamistas. Las monedas corrían por el suelo. Asustada, la gente corría en todas direcciones. Las aves se salieron de las jaulas y escaparon asustadas por las ventanas. Jesús fue de un lado a otro y sacó del Templo a todos los ambiciosos.
Sanidad en el templo
Jesús corrió presuroso de un lado a otro del Templo. Les gritaba a los prestamistas: «Dios dijo que este lugar debía ser una casa de oración. ¡Ustedes lo han convertido en una cueva de ladrones!»
Cuando terminó, Jesús se detuvo y miró a su alrededor. El Templo estaba vacío, excepto por sus seguidores y unos cuantos líderes religiosos que no se sentían felices. Poco a poco, ciegos y minusválidos entraron de nuevo al Templo. Querían que Jesús los sanara. Una y otra vez extendió su mano y sanó a los enfermos.
Los niños que veían esto bailaban alrededor de Jesús. Se daban la mano mientras sus voces llenaban las paredes del Templo con «¡Gloria al Hijo de David!»
En vez de ser cueva de ladrones, el Templo se había convertido sitio de gozo.
Los únicos que no estaban felices con los cambios en el Templo eran los fariseos. «Oigan a esos niños tontos» decían, mientras los señalaban. Jesús les contestó: «¿No han leído la parte de la Biblia que dice que los niños y los bebés alabarán a Dios?» Todos los que lo escucharon predicar en el Templo ese día se asombraron de su sabiduría.