El rey débil
Mientras Jesús viajaba y predicaba, su querido amigo Juan el Bautista seguía prisionero. El rey Herodes lo había enviado a prisión. Esto sucedió porque Juan le había dicho que no debía casarse con la esposa de su hermano.
Esta mujer se llamaba Herodías. Ella odiaba a Juan. Quería verlo muerto. Si no hubiera sido por Herodías, Juan habría estado libre.
El rey Herodes dio una gran fiesta para su cumpleaños. Invitó a todos sus amigos, familiares, consejeros, generales y otras personas importantes que estaban a su servicio. El palacio estaba lleno de gente que reía, bebía y comía.
Los músicos comenzaron a tocar una extraña canción de amor. Todos se volvieron para ver a una hermosa joven que comenzó a bailar. Sus pies apenas tocaban el piso. Tenía más gracia que todas las bailarinas que habían visto antes.
El rey Herodes sonrió. «Esa es la hija de mi esposa Herodías», dijo. «Nadie más puede bailar como ella».
Lenta, pero firmemente, la joven se fue acercando a la mesa de Herodes. Bailó frente a él. Dando un último giro y echando hacia atrás la cabeza, se arrodilló ante Herodes.
El rey se sintió aún más ebrio cuando la miró a los ojos. Le dijo: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Después le hizo un juramento que no se podía romper.
La joven corrió donde su madre Herodías. Le pregunto: «¿Qué debo pedir?» Herodías sonrió con maldad. «Pídele la cabeza de Juan el Bautista sobre un platón».
Cuando la joven regresó donde estaba el rey y le hizo la petición, el rey se enojó mucho. «Juan es un hombre bueno. ¿Cómo podría mandar a matarlo?», se dijo a sí mismo. Miró a su alrededor. Toda la grite importante lo miraba. Herodes se sintió débil. «Muy bien», le dijo a un guardia. «Tráigame la cabeza de Juan sobre un plantón».
Cuando los discípulos y amigos de Juan se enteraron de que había muerto, fueron a la prisión. Pidieron el cuerpo de Juan para enterrarlo. Fueron donde Jesús y le comunicaron la muerte de Juan. Cuando Jesús se enteró de que su amigo más cercano había muerto, se entristeció muchísimo.