Los tres reyes magos

La estrella que guió hasta la cuna

Un tiempo después, María y José tuvieron unos visitantes muy importantes. Eran sabios que venían de países lejanos en el este. Habían visto la estrella brillante en los cielos. Creían que algo grande había sucedido. Entonces viajaron una gran distancia. Fueron a ver al rey Herodes en Jerusalén.

«Creemos que el rey de los Judíos ya nació. Vimos su estrella en el este. Hemos venido a adorarlo», le dijeron a Herodes.

Herodes no sabía nada del nacimiento de Jesús. Les preguntó a los líderes religiosos: «¿Dónde se supone que nacería el rey de los judíos?»

«En Belén», le contestaron. Ellos sabían la respuesta porque eso era lo que los profetas habían dicho hacía muchos, muchos años.

«¿Cuándo apareció la estrella?», les preguntó Herodes a los visitantes. Herodes quería saber todo lo que pudiera sobre este nuevo rey. No quería que nadie le quitara el trono. Herodes era muy cruel y pensó en un plan. Les ordenó a los sabios:

«Vayan y adórenlo. Cuando lo hayan encontrado, vengan y me cuentan. Yo también quiero hacerlo».

Los sabios se fueron a Belén. Siguieron la estrella hasta que se detuvo. Cuando entraron en la casa, vieron a Jesús en los brazos de María. Sonrieron y se alegraron. El viaje tan largo había valido la pena. ¡Habían encontrado al Rey!

 Regalos para un rey

Los sabios descargaron sus camellos. Habían traído regalos raros y hermosos para la familia. Los ojos de María y José se abrieron enormes. «Pero si estos regalos son como para un rey», le susurró María a José. Él asintió con la cabeza.

Uno de los sabios se inclinó ante ella. «Venimos de muy lejos. La estrella nos indicó dónde ir. Aquí traemos oro para un gran rey».

El segundo sabio se acercó a María y le dijo: «No es muy frecuente que una estrella tan grande aparezca de repente. Ese bebé será el más importante de todos los hombres». Puso una jarra de mima a los pies de María. La mima era un perfume muy especial que sólo podían usar los hombres muy importantes.

El tercer sabio les sonrió a María y a José. «Este es incienso para quemar. Perfumará el aire. A Dios le agrada el incienso. No sabemos cómo, pero este rey es hombre y Dios a la vez».

María y José les dieron las gracias a los tres hombres. Todos inclinaron la cabeza y oraron. Le dieron gracias a Dios por haber enviado a Jesús al mundo.

La noche antes de que los sabios regresaran, tuvieron un sueño extraño. En el sueño, Dios les aconsejaba que no regresaran a ver al rey Herodes. Los sabios creyeron en el sueño. Entonces regresaron a casa por camino diferente.

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