Traicionado con un beso
Jesús alerto a Pedro, a Santiago y a Juan. Después oyeron voces al otro extremo del huerto. Los discípulos levantaron la mirada. Vieron que muchas luces se acercaban. De repente sintieron mucho miedo.
Pedro vio a los líderes religiosos.
Llevan palos y espadas. “¡Los enemigos de Jesús!”, le dijo Pedro a Juan, casi sin aliento. Luego susurro: “¡Mira!”
¡Ahí estaba Juan! Pedro pregunto: “¿Por qué estará Judas hablando con nuestros enemigos?”
Pedro ya sabía la respuesta.
Judas tan solo le sabia dicho a los líderes religiosos: “Arresten al hombre al que yo bese. Les mostrare cual es”. Judas se dirigió a Jesús.
“¡Maestro!”, lo llamo.
“Judas”, le dijo a Jesús, “¿estas traicionando con un beso al hijo del hombre?” Judas no podía mirar a Jesús a los ojos. Abrazo al que había sido todo para el: maestro, amigo, Dios. Luego Judas no podía mirar hacia atrás.
En un instante, los jefes de los sacerdotes y los líderes religiosos arrestaron a Jesús. El ni siquiera se resistió. “Yo soy el que ustedes buscan. Ahora dejen que estos otros hombres se vayan”, dijo Jesús. Se refería arresto de sus discípulos.
Jesús se quedó solo esa noche, la más negra de todas.