Jesús y la pesca milagrosa
Así es como se pesca
Después de que Andrés llevó a Pedro para que conociera a Jesús, los dos hermanos regresaron a casa. Eran pescadores y necesitaban ocuparse de sus botes y redes.
Pedro notó que una gran multitud se le acercaba. Jesús iba al frente de ellos. Jesús llegó donde estaba Pedro. Subió al bote y le pidió que se alejara un poco de la orilla.
Entonces Jesús se sentó en la barca. Empezó a enseñarles a todas personas que se congregaban en la orilla. Cuando Jesús terminó de hablar. Se volvió hacia Pedro y le dijo: «Ve a las aguas profundas y lanza las redes». Pedro le dijo: «Maestro, trabajamos mucho toda la noche y no pescamos nada. Pero está bien, haré lo que tú dices».
Pedro lanzó la red. Luego comenzó a tirar de ella y se llevó la mayor sorpresa de su vida. ¡Estaba tan llena que casi reventaba! Llamó otra barca para que lo ayudaran. Cuando él y los otros hombres terminaron de echar todo el pescado en las barcas, estas estaban llenísimas.
Al ver Pedro todo lo que había pescado, exclamó: «¡Sí, tú eres el Señor! Pero no soy un hombre bueno. ¡Por favor, aléjate de mí!»
Jesús les dijo a él y a Andrés: «No tengan miedo. Síganme y yo les ayudaré a ser pescadores de hombres». Entonces Pedro y Andrés dejaron sus redes. Llevaron las barcas a tierra, llenas de pescados, y siguieron a Jesús.
Mientras caminaban por la orilla, se encontraron con los compañeros de Pedro, dos hermanos llamados Santiago y Juan. Jesús se les acercó y les dijo: «Síganme». Cuando le vieron el rostro de Jesús, el corazón les dio un vuelco y estuvieron de acuerdo en seguirlo.
Estos cuatro hombres se convirtieron en los amigos más cercanos de Jesús. Lo seguían a todas partes mientras él predicaba a la gente. Ellos lo observaban y aprendían de él. Eran los ayudantes de Jesús, sus discípulos.