Jesús ora por sus seguidores

De camino al huerto, Jesús se detuvo.

Quería orar con sus discípulos por última vez.

Dijo: “Padre, ha llegado el momento. Tú me distes estos hombres. Ellos escucharon y creyeron que tú me has enviado. Por si bien, mantenlos a salvo después de que yo me vaya. Los cuide mientras estuve con ellos.

Ahora voy a ti para que puedan tener un gozo mayor que todo el que pueda soñar.

“Quizás el mundo los odie, pero tú y yo los amamos. Haz que sean uno solo, como lo somos tú y yo. Ahora que van al mundo, acompáñalos, como lo hiciste conmigo. Haz que el amor que tú me distes viva ahora en ellos”.

Jesús le estaba pidiendo al padre que protegiera siempre a todos sus seguidores. Estaban orando por personas como tú y como yo. Cuando terminó, los condujo al huerto.

Ahí, tomo a Pedro, a Santiago y a Juan. Se alejaron juntos. Jesús estaba muy inquieto. Les dijo: “Mi alma está destrozada, a punto de morir. Quédense aquí y monten guardia”.

Iba a hablar con el padre. Luego les dijo: “Oren para que esta noche no sean débiles”. Jesús se alejó solo a orar.

A poca distancia de sus discípulos, cayó al suelo. “Oh, padre”, grito. “Sí es posible, haz que no pase por este dolor. Padre mío, ¿No hay otra forma? ¿Debo pasar por esto?” Jesús sabía que Dios no lo estaba obligándolo a hacer nada. Jesús había decidido obedecer. Así, Dios podría obrar maravillas. Podría ofrecerles a todas las personas de todos los tiempos la oportunidad de comenzar de nuevo y de estar limpios frente Dios.

Jesús levanto la mirada hacia las estrellas. Dijo: “Padre, estoy dispuesto a hacer lo que tú quieras”.

Entonces, un ángel celestial descendió hasta Jesús. Lo fortaleció. Jesús oró y oró. El sudor que corría por su rostro era como gotas de sangre. Cada gota que caía al suelo dejaba su marca.

Finalmente, se puso de pie y regreso donde sus discípulos. ¡Ellos se había quedado dormidos!

Estaba tan tristes y confundidos.

Simplemente se pusieron cómodos y se durmieron. “Pedro, ¿estas dormido? ¿No pudiste estar de guardia ni siquiera una hora?

Mantente despierto conmigo ora para que no caigas en tentación esta noche”.

Esto sucedió dos veces más. Jesús se alejó para expresarle a Dios la angustia de su corazón. Cada vez que regresaba, se encontraba a los discípulos durmiendo. Fueron momentos muy solitarios para Jesús.

Cuando regreso por tercera vez dijo:

“¿Todavía están durmiendo? Muy bien. Por fin llegó la hora.

¡Levántense! ¡Vamos! ¡Vámonos! ¡Miren, ahí está el que me traiciono!”