
La reina Ester se presenta ante el rey Asuero
Ester hace un plan
Mardoqueo estaba tan enojado por la orden que había dado de matar a todos los judíos, que se rasgó las vestiduras. Gimiendo y sollozando, recorrió todas las calles de la ciudad.
Él y Ester intercambiaron mensajes. Mardoqueo le dijo: “Debes hablar con el rey e interceder por nuestras vidas”.
Ester empalideció de miedo. “Pero el rey solo recibe a quienes él manda a llamar. Si voy a verlo sin que me llame podría matarme. Mi única oportunidad es que levante su cetro dorado y quiera escucharme”.
Mardoqueo se mantuvo firme. Le dijo: “¡No te vas a salvar tan solo por ser la reina! Si te quedas callada en un momento como este, Dios salvará a su pueblo mediante otra persona. Probablemente esta sea la razón por la que te convertirse en reina”.
Ester oró. Luego dijo: “Díganle a Mardoqueo que estoy de acuerdo. Si tengo que morir, pues moriré”
Tres días después, Ester entró en la habitación donde estaba el trono. El rey levantó la mirada y la vio. Sonrió y levantó el cetro de oro. “Ah, Ester. ¿Qué sucede? Te daría cualquier cosa, inclusive la mitad de mi reino”.
“Si su majestad acepta, me gustaría invitarlo, y también a Amán, para que cenen conmigo esta noche”.
Esperanzada, esperó la respuesta.
“¡Por supuesto!” El rey había aceptado.
Esa noche, y la noche siguiente, Ester cenó con el rey y con Amán.
Después de la primera cena, Amán fue a casa e hizo alardear de su posición. Les mostró a sus amigos su dinero y dijo: “Soy tan importante que hasta el rey y la Reyna cenan conmigo”