Ester hace un plan

Hace mucho tiempo, en un vasto reino, la reina Ester tenía una misión importante que cumplir. Sabía que estaba en el palacio real por una razón especial, y ese momento había llegado.

La noticia había llegado a Ester: querían hacerle daño a su pueblo. Amán, un consejero del rey, había dado una orden para acabar con todos los judíos, y Ester, siendo judía, sentía la responsabilidad de hacer algo al respecto.

Con el corazón pesado, Ester escuchó el mensaje que le enviaba Mardoqueo: “Ester, tienes que hablar con el rey. Solo tú puedes salvarnos”.

Pero hablar con el rey no era algo que cualquiera pudiera hacer. Aunque Ester era la reina, había reglas en el palacio. Si te presentabas ante el rey Asuero sin ser llamado, ¡podías ser castigado con la muerte! A menos, claro, que el rey decidiera levantar su cetro dorado, mostrando que te perdonaba y deseaba escucharte.

Ester pensó en los niños, las familias y todos los que corrían peligro. Recordó las historias de la Biblia que le contaban cuando era pequeña y cómo Dios siempre cuidaba de su pueblo.

Después de tres días de oración y ayuno, Ester tomó coraje. Decidió que, cualquier cosa que sucediera, Ester se presentó ante el rey Asuero. Con su vestido más bonito y su corona, caminó lentamente hacia la habitación del trono.

Cuando entró, todos los ojos se posaron sobre ella. Se podía escuchar un silencio tenso. Ester respiró hondo, esperando la reacción del rey. Y entonces, el rey Asuero levantó su cetro de oro, sonriendo. ¡Estaba feliz de verla!

El alivio llenó a Ester cuando escuchó al rey decir: “Mi querida reina Ester, ¿qué deseas? Pide, y hasta la mitad de mi reino te daré”.

Ester, con voz suave, invitó al rey y a Amán a cenar con ella. Sabía que durante esa cena, revelaría la verdad y pediría al rey que salvara a su pueblo.

Esa noche, el palacio se llenó de risas y conversaciones. Amán, engreído, se jactó de su invitación especial ante sus amigos. Pero no sabía lo que Ester estaba a punto de revelar.

Esta historia de la Biblia nos muestra el valor y la fe de la reina Ester. Nos enseña que, incluso en los momentos más oscuros, siempre podemos encontrar luz y esperanza si confiamos en Dios y en nosotros mismos.