Abraham y los tres Ángeles
Abraham intercede por Sodoma
Había pasado algún tiempo desde que Abraham y Sara habían emprendido su viaje, cuando un día recibieron a tres visitantes inesperados. Abraham, dotado de una intuición especial, reconoció que uno de estos viajeros era el Señor. Juntos, subieron a una colina desde donde podían divisar la ciudad de Sodoma.
El Señor, mirando hacia la ciudad, compartió su preocupación con Abraham. “He escuchado que las personas en Sodoma se han vuelto muy malvadas. Si esto es cierto, no me quedará más remedio que destruir la ciudad”.
Los otros dos hombres que habían acompañado al Señor, en realidad, eran ángeles disfrazados. Ellos se despidieron y partieron hacia Sodoma.
Abraham, aunque nervioso, sabía que el Señor era su amigo y su guía. Así que se armó de valor y decidió hacer una pregunta al Señor: “¿Y si hay cincuenta personas buenas en Sodoma? ¿Qué sucederá?”
El Señor respondió con compasión: “Si hay cincuenta personas buenas, salvaré la ciudad”.
Aliviado, Abraham se aventuró a hacer más preguntas, cada vez reduciendo el número. ¿Salvarías la ciudad si hubiera cuarenta y cinco personas buenas? ¿Y cuarenta? ¿Treinta? ¿Veinte? ¿Incluso diez? Cada vez, el Señor respondía con un sí.
Y así, a través de su valiente diálogo con el Señor, Abraham nos enseña sobre la importancia de abogar por los demás y mantener la esperanza incluso en las circunstancias más difíciles.